Sobre la mesa, el
termo y el mate la acompañaban. Su mirada traspasó la ventana y se clavó en la
casa de su vecina. Vita había sido operada quince años atrás con resultados
satisfactorios hasta que un día comenzó a sentir molestias al tragar con
sensaciones de ahogo, ahora estaba nuevamente en tratamiento.
Ruth miró la
pared del comedor, curiosamente todos los relojes de la casa dejaron de
funcionar al mismo tiempo, ¿casualidad?, lo cierto es que el cucú, el despertador
y su reloj de pulsera se habían detenido, tal cual como el alto que tuvo que
hacer en su vida cuando aquel diagnóstico la paralizó, mientras el mundo seguía
girando olvidándola en el camino.
En el hospital ya
la conocían, los saludos eran comunes y algunos pacientes coincidían a veces en
sesiones de quimioterapia. Como de costumbre, la puerta se abrió y la
recibieron con una sonrisa, ella se ubicó en uno de los cuatro sillones
mientras Rosita la ayudaba a acomodarse y le alcanzaba un barbijo. A pocos
metros el técnico preparaba el sachet con las drogas, después él se acercó y
palpó el catéter que Ruth tenía colocado debajo de la clavícula derecha y
mientras introducía la aguja, solía con sus bromas arrancarle a ella una
sonrisa que no podía contener. Walter se distinguía por la precisión en su
trabajo, desempeño que la contagiaba de seguridad y también de energía
positiva. ¿Qué era lo que tenía de diferente este hombre que hacía que
situaciones tan tristes se convirtieran en momentos tan agradables?, más que
enfermero o técnico especializado en una escuela o en la facultad, parecía una
de esas personas que iluminan por haberse graduado en la universidad de Dios.
Generalmente
nadie hablaba, solo algunas miradas tristes se cruzaban entre algunos
pacientes, otros dormían para no pensar,
la mayoría estaban atentos al sachet para avisar cuando se terminaba. Eran
todos parecidos, pero no eran iguales, por eso se desencontraban, porque
luchaban cada uno de acuerdo a su entorno, como corriendo una carrera para ver
quien salía primero de aquel infierno, otros en cambio, decidían no enfrentar
la realidad y se entregaban al camino del final de los latidos humanos. Ella no estaba dispuesta a ceder, descubrió una fuerza
interna para luchar contra el enemigo que había invadido su cuerpo para
destruirla, la consigna era vencerlo.
A la semana
siguiente observó por la ventana la casa de su vecina, había bastante gente
amontonada en la puerta; más tarde le contaron que Vita ya no estaba en este
mundo. No había nada de que preocuparse, los noticieros todos los días
informaban de muertes por accidentes u homicidios por diferentes causas que
nada tenían que ver con el cáncer.
En el trabajo,
algunos la recibieron a su regreso como una heroína, otros la miraban como si
ella fuera un milagro, los más negativos con cara de asombro. Ruth, se sentó en
su escritorio, ahora la meta era recuperar fuerzas, sentía en su cuerpo y mente
la sensación de que había luchado sola contra un regimiento. ¿La pesadilla
había terminado?, de lo único que ella estaba segura, era que seguía respirando.
Relato breve: Ruth Mazzarolo.
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