Cuando subimos a un colectivo lo primero que hacemos es
fijar nuestra mirada en un asiento, ver
si hay alguno libre y así ocuparlo. De la misma manera es en nuestras vidas,
buscamos encontrar nuestro lugar y asentarnos aunque a veces encontrar ese
sitio nos lleve años de aprendizaje.
No se trata tanto de un espacio físico, nos ubicamos en la
vida de acuerdo a lo que pensamos y sentimos; tal como lo expresó el novelista y periodista
húngaro, Sandor Márai: “El hombre hace suyo un lugar no solo con el pico y la
pala, sino también con lo que piensa al picar y palear”. El lugar que ocupamos
tiene que ver con nuestra formación desde la niñez, y aún cuando los mas osados
logren significativos progresos, las raíces están latentes en su interior y
esto es un complemento para marcar su identidad.
Durante la escuela secundaria, teníamos una asignatura que
se llamaba Instrucción Cívica y si hay algo que me quedó grabado de lo que nos
enseñaron, es que nuestros derechos terminan donde empiezan los de los demás.
Mi lugar también tiene un límite, respetando el del prójimo y si no es sólo un
espacio físico, significa que el otro también tiene derecho a instalar sus
pensamientos y sentimientos.
Al ocupar otros suelos y tolerar distintos climas, con diversas
razas, idiomas, costumbres, son hábitos que marcan diferencias. Pero podemos
achicar distancias si en vez de ocuparnos de naciones miramos a las
provincias de Argentina, las diferentes formas de vida, de tradiciones del
norte al sur, del campo a las ciudades, y aún dentro de estas, los barrios que
la componen se disponen a un despertar que los distingue cada día.
Por supuesto que entonces todos no pensamos ni sentimos
igual, no hay mejores ni peores, solo somos diferentes y a la vez, partes de un
todo que es la humanidad. En ese conjunto al cual pertenecemos, nace la
necesidad de la convivencia humana que es un desafío a la perfección de la
misma. Es de necios pensar que mi mundo es mejor. Es de sabios mirar al otro y
aprender de él.
“Si no podemos poner fin a nuestras diferencias,
contribuyamos a que el mundo sea un lugar apto para ellas”.John Fitzgerald Kennedy.
Ruth Mazzarolo
Gracias Rut, por compartir este pensamiento, Me hizo bien eso de "encontrar mi lugar puede llevar años de aprendizaje". Mi edad, por ejemplo
ResponderBorrarTu texto Ruth me hace recordar algo que leí del científico chileno Humberto Maturana que dice que la cuestión no es "tolerar" al otro, sino aceptarlo en su derecho a ser un "legítimo otro".
ResponderBorrarEntiendo que aceptar no significa que te guste o que estés de acuerdo con lo que otro dice o hace, sino que al otro, por ser tal, le reconoces su derecho a ser diferente.
Claro que esto es mucho más fácil decirlo que practicarlo :-) De todos modos es bueno comenzar a pensarlo.
Totalmente de acuerdo con la opinión de Ariel, es mas fácil decirlo que practicarlo. Por eso, que Dios nos ayude a poder entender que todos somos iguales frente a la condición de hombre (ser humano) pero a su vez todos somos distintos gracias al poder de la Razón que El nos dio. Y que el mundo es uno y para todos, y debemos aprender a vivir juntos como hermanos, aprovechando todo lo que los demás nos pueden enseñar. Gracias por tu reflexión Ruth, muy buena por cierto!
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