jueves, 19 de febrero de 2015

HOSPICE Rosario

 
 
Existen ONG (Asociaciones Civiles sin fines de lucro), integradas por quienes tienden esa mano necesaria a favor del otro. HOSPICE (del latín Hospicium, “casa” “hospedaje”), es un movimiento internacional que plantea un nuevo modo de cuidar enfermos terminales.

Omar Zarate, integrante de la comisión administrativa, nos informa de las actividades de esta ONG.

-          Dijimos que HOSPICE es un movimiento internacional ¿dónde y cuándo se inició?

-          Comenzó en Inglaterra a mediados de 1950-60 extendiéndose a otros países entre ellos Argentina. Su fundadora fue la Dra Cicely Saunders.

-          En Argentina, cuándo comienza este movimiento?

-          En Argentina comenzó en Olivos provincia de Buenos Aires alrededor del año 2000.

-          ¿Y en Rosario?

-          En el año 2011.

-          Hablábamos que la organización plantea un nuevo modo de cuidar enfermos terminales ¿en qué consiste?.

-          Fundamentalmente en acompañar a través de cuidados compasivos, en especial para aquellos enfermos terminales sin familiares que carecen de afectos que puedan contenerlos en esos momentos. Implica que se considera el dolor como  el dolor total de la persona. Se trata de no ocuparnos solo del dolor físico que sufre. Cuando la medicina considera que ya no puede hacer nada para curar, entonces físicamente solo se puede controlar el dolor hasta el final, pero la persona está implicada en otras afecciones como el dolor existencial, emocional y espiritual, es en estos últimos de los cuales HOSPICE se enfoca colaborando con los médicos para que la persona en sus últimos días de vida tenga un clima de contención y comprensión.

-          ¿Cómo se maneja HOSPICE en cuanto a los lugares físicos?

-          En otros países, además  de los centros de salud cuyo objetivo es curar la enfermedad, existen clínicas especializadas que reciben a los enfermos terminales y llevan adelante una terapia paliativa.

-          En Argentina no existen esas clínicas especializadas ¿cuál sería la propuesta de HOSPICE en Rosario?

-          En Argentina y en Rosario la propuesta es instalar casas dónde hospedar a esos enfermos terminales y poder ofrecerles esos cuidados necesarios, haciendo del hogar de familia del cual estas personas carecen. Los hospitales públicos serían los encargados de proveer insumos, servicios de enfermería, médicos a domicilio y los voluntarios de HOSPICE ofrecen compañía, cariño, atención, contención. En Buenos Aires y Córdoba ya cuentan con esas casas.

-          Hoy en día, ¿Cuál es la realidad de HOSPICE en Rosario?  Cual es la actividad?

-          Los voluntarios de HOSPICE en Rosario por ahora se focalizan  en recorrer hospitales  y ser informados de estos enfermos terminales sin familiares y acompañarlos en el mismo hospital hasta sus últimos días. Tenemos convenios firmados con dos hospitales: El Provincial y el Hospital Ayolas.

-          ¿Dónde tienen la sede en Rosario?

-          HOSPICE se reúne en la Parroquia Nuestra Señora de Lourdes, quien presta el lugar físico para poder coordinar y administrar nuestras actividades.

-          Recibiste un premio en el año 2014¿nos podes informar de qué se trata?

-          Es un premio que otorga la Cámara Junior Internacional, una red mundial de ciudadanos activos que me distinguió como “joven sobresaliente” de la provincia de Santa Fe por mi trabajo en HOSPICE, pero en realidad es un reconocimiento a la labor de todos los voluntarios que trabajan desinteresadamente en la obra.

-          Para aquel que tenga interés de ser un integrante mas de HOSPICE o simplemente colaborar económicamente, a dónde se dirige?

-          Facebook: HOSPICE ROSARIO  https://www.facebook.com/hospice.rosario?fref=ts

-          ¿Cuál sería el lema de HOSPICE?

-          “No siempre se puede curar, pero siempre se puede cuidar”.

                            Redacción y entrevista: Ruth Mazzarolo.


domingo, 8 de febrero de 2015

Londres: un laberinto roto

 
 

Acompañando el pesar de un respirar confuso, el pueblo seguía a la madre pegada al féretro donde descansaba su hijo.

     Cada palada de tierra que caía sobre Ernesto, arrancaba llanto y dolor a quienes recordaban su inocencia de niño. Lucila acompañaba a su padre con lentos pasos, y un silencio estremecedor penetraba en sus huesos.

     Atrás iban quedando nichos y tumbas antiguas; algunas tumbas nuevas cortaban el continuo y monótono paisaje funesto. Y así, entre préstamos de pañuelos, lágrimas y ruegos, se sentía a lo lejos el trabajo de los sepultureros, volcando en un hueco profundo, el mayor de los desconsuelos.

     Vivía en el pueblo desde hacía unos años un misionero inglés. Era un hombre extremadamente delgado, pálido rostro, nariz pronunciada pero afilada. Faltábanle algunos cabellos en su ovalada cabeza que cubría con un antiguo sombrero negro, recuerdo de su padre, decía él.

     Mr Smith, habitaba en una cabaña en la zona aledaña al pueblo. Todos los domingos se paraba en una esquina, acomodaba un viejo atril de madera, recuerdo de su madre, decía él, y sobre el atril un pizarrón donde colocaba figuritas que los chicos se desvivían por ver, único entretenimiento en una pausada vida tan lejana a la ciudad. Biblia en mano, recuerdo de su abuela, decía él, comenzaba a contar entretenidas historias ante las caritas de asombro y de alegría, que se renovaban cada año, a medida que dejaban de ser niños. Entre esas caritas estaba la de Ernesto, único oyente fiel, que continuó junto al inglés hasta sus últimos días, quizás porque él no podía crecer.

     En lo alto de la colina, un grupo sedicioso se ocultaba de la terrible venganza. ¿Por qué habrían huido?, nadie estaba seguro. Eran sospechosos por ser los jóvenes revoltosos del pueblo, pero no había pruebas. La madre de Tulio aseguraba la inocencia de su hijo, don Fernandez decía tener testigos de donde había estado Camilo el día del crimen, los mellizos Sanabria, según su hermana, habían estado con ella y unas amigas en un picnic en Carcarañá. Entonces, ¿por qué se fueron?, ¿miedo quizás?, o tal vez las miradas jactanciosas de los habitantes de Aldao, hacían estragos en lo profundo de sus sentimientos.

     En la casa de los Salinas ya nada era igual. La tristeza se alojaba en las paredes, en el piso, en los muebles, en cada rincón del hogar, en cada recuerdo. Sentados a la mesa, en silencio, la familia cenaba, sólo se escuchaba el ruido de las cucharas al introducirse en la sopa, contenida en unos tazones antiguos, herencia de la abuela Loida.

     Lucila arriesgó una frase que escapó de sus labios: - “Fue Mr Smith, estoy segura”.

     Su padre clavó una mirada de asombro y sorprendida calidez, por fin había una respuesta coherente a sus interrogantes, después de varios meses intentando salir de aquel tormento continuo de no encontrar al culpable.

     Salinas salió de la casa en busca de justicia, Lucila y su madre se quedaron sentadas, inmóviles, esperando expectantes las consecuencias de aquellas ideas entrecruzadas que, constantemente, habían estado rondando en la incansable mente de Lucila.

 

     La ausencia de comodidad se hacía sentir, el olor a humedad se impregnaba en la ropa, se escuchaban murmullos en las celdas vecinas. Una mano blanca acariciaba la Biblia,  y de sus hojas cayeron una foto, un señalador y una carta que nunca se cansaba de leer.

 

Estimado Mr Smith:

Todo ser humano recuerda su niñez. Entre esos recuerdos están los míos. Nunca olvidaré los días felices en que me encontraba sentada junto a Ernesto, escuchando las hermosas historias que usted nos contaba, ¡es que las contaba tan bien!, que tenía la sensación de no estar sentada en el césped, sino en el cielo junto a Jesucristo. Pero en aquella época, ya pesaba la enorme carga que sería para mí ocuparme de mi hermano cuando mis padres ya no estuvieran en este mundo.

No sé quien está mas encerrado, si usted o yo, porque usted goza de una libertad que a mi entender, yo no tengo, pero quizás algún día logre tener: “Dios todo lo perdona” decía usted.

Londres es como siempre lo describió. Su departamento es pequeño pero confortable y lo estoy cuidando muy bien como me lo pidió. Es lo menos que podía hacer, ya que usted en su enorme bondad, calló la verdad que tanto me ahogaba, ocupando mi lugar.

                                                                                                             Lucila


                                                                                       Cuento breve: Ruth Mazzarolo